Repasando el Catecismo
1. ¿Cuál es el designio de Dios para el hombre? 1-25 Dios, infinitamente perfecto y bienaventurado en sí mismo, en un designio de pura bondad ha creado libremente al hombre para hacerle partícipe de su vida bienaventurada. En la plenitud de los tiempos, Dios Padre envió a su Hijo como Redentor y Salvador de los hombres caídos en el pecado, convocándolos en su Iglesia, y haciéndolos hijos suyos de adopción por obra del Espíritu Santo y herederos de su eterna bienaventuranza. (Del Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica)
Comentario:
Dios
es perfectamente feliz en sí mismo, no necesita de nada ni de nadie
para ser feliz. Él nos ha creado a cada uno de nosotros por puro amor y
con completa libertad, no por necesidad sino solo para que tengamos la
posibilidad de ir a gozar de Él en el Cielo.
Tenemos
que agradecer a Dios el habernos creado, porque en nuestro lugar
podrían existir millones de seres humanos, pero no, Él ha querido por
pura bondad suya crearnos a nosotros, sacarnos de la nada, de la
inexistencia, para darnos el ser.
Demos
gracias a Dios por existir, porque ya somos eternos y no moriremos más,
sino que nuestra alma existirá por toda la eternidad, en el Cielo si
cumplimos los Mandamientos, o en el Infierno si no los cumplimos.
Dios
quiere que seamos felices, y en el Cielo seremos felices para siempre
de un modo que no podemos ni siquiera imaginar. Pero antes tenemos que
pasar esta prueba que es la vida sobre la tierra, que es como una
antesala de la eternidad, y que no debemos vivirla como si fuera lo
único, sino aprovecharla para perfeccionarnos y ser santos, porque solo
tenemos esta vida para ello, y luego viene la muerte, el juicio y la
eternidad, dichosa para los buenos, y horrorosa para los malos.
Es
necesario que tengamos plena conciencia de que Dios nos ha creado, que
no somos fruto del azar, sino que Dios nos ha pensado desde toda
eternidad y somos importantes para Dios, aunque para el mundo seamos una
nada.
No
defraudemos a Dios, no lo desilusionemos obrando mal y siendo malos,
sino agradezcámosle el amor que nos tiene, tratando de ser lo más buenos
que podamos, porque amor con amor se paga.
Dice
el poeta: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”. Pero
sabemos muy bien que esto no es así, porque Alguien ha dicho: “Yo soy el
Camino”, y es Jesucristo, el Hijo de Dios, que nos ha dejado el ejemplo
y nos da la gracia para ayudarnos a recorrer el mismo camino que Él nos
trazó.
Pensemos
en el Cielo que nos espera para sobrellevar las penas y trabajos de
esta vida, sabiendo que Dios nos ama infinitamente y que nos ha creado
por amor y para que seamos felices con Él en el Paraíso.
Entonces
tengamos en claro que venimos de Dios, porque Él nos ha creado; y vamos
hacia Dios, porque Él nos juzgará y nos dará, ¡ojalá!, el Cielo
prometido, donde lo poseeremos para siempre.
¡Alabado sea Dios!
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