lunes, 14 de marzo de 2016

Cuidar...


Cuidar las miradas.

Los grandes maestros de la vida espiritual, y el mismo Cristo en su Evangelio, nos dicen que el mal entra por los ojos. De modo que si queremos vivir en gracia y amistad de Dios, debemos vigilar nuestras miradas.
Porque el ojo ve la carne y apetece la carne; ve el oro, y apetece el dinero; ve el poder, y quiere ese poder. De modo que la tentación es muy fuerte para el sentido de la vista.
También Eva, en el Paraíso terrenal, fue tentada por el sentido de la vista, porque vio el fruto prohibido, y le pareció apetecible, agradable a la vista y bueno para adquirir sabiduría.
Así es la tentación siempre. Y como bien dicen las Sagradas Escrituras, que no hay nada nuevo bajo el sol, entonces sabemos que el demonio actúa siempre de la misma manera, y los hombres siempre respondemos a los estímulos de la misma forma, de modo que nada ha cambiado desde los inicios, y al diablo le resulta muy fácil precipitar en el abismo infernal a un número muy grande de almas. Ojalá nuestra alma no sea una de las que serán precipitadas en el infierno. Y para ello debemos controlar nuestras miradas.
Jesús lo ha dicho claramente en el Evangelio, que si nuestro ojo nos es ocasión de pecado, hay que arrancarlo y arrojarlo lejos, porque es mejor entrar en el Cielo sin nuestros ojos, que ser arrojado con ellos al infierno.
De modo que si queremos permanecer en gracia y amistad de Dios y salvarnos, tenemos que ser prudentes en las miradas.
Y no podemos evitar decir que en este tiempo somos bombardeados con imágenes obscenas y tentadoras por todas partes, desde la televisión, internet, hasta en las calles de la ciudad, en las revistas, y en todo lugar, de modo que es casi un milagro el permanecer en gracia de Dios.
Pero Dios sabía esto y ha querido darnos una grandísima ayuda: la Santísima Virgen. Ella nos ayudará a ser puros y honestos en las miradas, y a ser morigerados en nuestros deseos, y así seremos siempre agradables a Dios.
Cerremos lo ojos al mal, porque se trata de nuestra salvación eterna.
En lo posible evitemos exponernos al peligro, porque por la mirada entra el deseo carnal, dando lugar a la más compleja de las hambres, que baja a morder el corazón y desmantela toda el alma. Por eso el demonio siempre comienza por la materia, por la tentación impura, ya que desde allí conquista toda la persona.
Estemos atentos y no seamos mojigatos, pero tampoco seamos fáciles presas del Maligno. Recordemos que lo más importante en esta vida es salvar la propia alma, y todo lo demás es secundario, aunque sean cosas muy importantes.


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