Vivir en estos tiempos
Qué
difícil es vivir en éstas épocas! Quizás no somos conscientes de la
hostilidad espiritual de estos tiempos, pero vivimos en un mundo que nos
propone desviarnos en casi todo momento.
En
los siglos pasados se vivía una vida, en promedio, mucho menos expuesta
al pecado. Las noches, por ejemplo, empezaban temprano: la oscuridad
reunía a las familias en sus hogares y las unía en un clima que
propiciaba la paz espiritual, el diálogo familiar y la reflexión. La
inexistencia de tecnología permitía un nivel de diálogo mucho más
frecuente y sereno, ya que la falta del bombardeo de noticias que
vivimos hoy en día centraba a las personas en su entorno inmediato, en
su vida cotidiana. En el presente tenemos una conciencia de lo que
ocurre en casi todo el mundo, mientras en el pasado sólo se sabía lo que
acontecía en la ciudad o aldea propia, o a lo sumo lo que ocurría en el
país, después de algunos meses de ocurridos los hechos. La mayoría de
la información que recibimos actualmente no nos aporta nada, salvo
turbación y angustia, y sin embargo ocupa un espacio tan grande que no
nos deja lugar para meditar sobre lo esencial de nuestra vida, nos
absorbe.
Qué
difícil es encontrar a Dios cuando todo lo que recibimos carece de
referencias a la vida espiritual. Se nota una tendencia muy fuerte a
interpretar todo lo que ocurre desde un ángulo humano, desprovisto de
Dios, haciendo del hombre el centro de todo lo que ocurre. Es como una
fuerza de gravedad poderosa que atrae todo hacia sí, donde hablar de
Dios o sentir a Dios es ir contra la corriente. Los niños y jóvenes en
colegios y universidades, hombres y mujeres en sus ocupaciones
cotidianas, todo tiende hacia una vida vacía de contenido. Se divulga la
necesidad de vivir socialmente y ?divertirse?, casi como un sello de
felicidad, apartándonos de la búsqueda verdadera del crecimiento
espiritual.
Por
ello es importante tener una gran fortaleza de espíritu, saber que no
debe uno dejarse atraer o engañar por esa propuesta tan generalizada y
aceptada mansamente por la mayoría de la gente. En medio de tanta
oscuridad, pequeños ejemplos de luz que luchan en contra de la corriente
general son como faros que guían hacia la salida. Nunca sabremos en
quienes produce efecto una palabra, un gesto, que muchas veces es mal
entendido porque va en contra de lo que ?el mundo? dice o propone. Pero
no importa: lo debemos hacer igual, no hay que ser impaciente, hay que
saber esperar, orar, obrar y callar. Si los resultados son visibles o
invisibles a nosotros, si producen efecto o no, no somos nosotros
quienes deben verlo. Dios todo lo sabe y todo lo ve, porque sabe lo que
hay en los corazones. El juicio humano está casi siempre errado, salvo
cuando se realiza desde un punto de vista superior, espiritual. Por ese
motivo no hay que juzgar a los demás, sólo obrar con una intención recta
y orar por justos motivos, pidiendo en todo momento que se haga la
Voluntad de Dios, y no la nuestra.
Vivamos
en este mundo, sabiendo que no somos de este mundo. Nuestro destino es
de realeza, de Reino, de un Reino que no es de aquí, ya que estamos
destinados al Reino de Cristo. Oremos por nuestra entrada a esa
plenitud, esa beatitud que borra todo pensamiento o actitud vana. Seamos
dignos miembros de la Iglesia de Cristo, humildes integrantes de un todo que está destinado a triunfar y reinar.
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