Quiero ser feliz.
Todos
queremos ser felices. Hasta el malvado y el pecador quieren ser felices
y hacen el mal y pecan creyendo que con eso serán felices.
El tema es dónde buscamos la felicidad. Porque la felicidad completa nunca estará en esta tierra, ya que nuestra patria es el Cielo, y el Paraíso nunca estará en la tierra. Sabiendo esto, seremos conscientes de que la felicidad plena la encontraremos solamente en el seno de Dios, porque como bien ha dicho San Agustín: “Nos has creado para Ti, Señor, y nuestra alma está inquieta hasta que descanse en Ti”.
Sólo Dios puede colmar el deseo insaciable de felicidad que tiene lo más profundo del corazón humano. Así que tanto seremos más felices en cuanto estemos más cerca de Dios. Y seremos más infelices cuando estemos más alejados del Señor.
Si vivimos en paz con Dios, en gracia y amistad suya, entonces no nos será difícil encontrar la felicidad, porque nuestra conciencia tranquila y el saber que nos espera una eternidad de delicias, nos dará alegría y felicidad en este mundo.
Y sabiendo que Dios nos ama, también es otro gran peldaño en el camino hacia la felicidad, porque si estamos convencidos de que Dios es bueno y nos ama infinitamente, no tendremos miedo a nada, porque sabremos que el Señor nos cuida, y que no permitirá nada que sea realmente malo para nosotros, aunque las apariencias nos digan lo contrario.
Por eso un gran secreto para ser felices es estar convencidos plenamente de que Dios nos ama, a pesar de todos nuestros defectos y de cómo somos, Dios nos ama infinitamente, y eso nos debe llenar de felicidad.
El pecador también quiere ser feliz y, pecando, cree que encontrará la felicidad. Pero luego se desengaña ya que allí no habita la felicidad.
Tampoco está la felicidad en el poseer bienes materiales, ya que somos un compuesto de cuerpo y alma, y la materia sola no nos puede bastar para ser felices, sino que necesitamos el alimento del alma: la Verdad, el Amor, la Palabra de Dios.
Entonces llegaremos a una conclusión: Cuanto más cerca estemos de Dios, tanto más felices seremos. Y cuanto más nos alejemos de Dios y de su órbita, más infelices seremos.
Porque a quien está cerca de Dios, hasta las cruces de la vida se le hacen llevaderas, porque comprende que el dolor y el sufrimiento tienen un sentido redentor, y Dios regala una parte de su Cruz a sus hijos, para que sufriendo con Cristo en este mundo, luego disfruten de Su Triunfo en el Cielo.
Pero recordemos siempre esta verdad: Dios nos ha creado para Él, y no estaremos completamente felices hasta que no poseamos a Dios para siempre.
Ahora bien, quien vive en gracia de Dios, ya posee a Dios en el alma, y en cierta manera ya goza del Cielo en este mundo.
Por eso si queremos ser felices, pongamos a Dios en el centro de nuestra vida, y rebosaremos de felicidad, alegría y paz, y la irradiaremos en nuestro entorno. A veces no somos felices porque si nos ponemos a pensar descubrimos que Dios no es el centro de nuestra vida, sino que el centro lo ocupa otra cosa o persona.
El tema es dónde buscamos la felicidad. Porque la felicidad completa nunca estará en esta tierra, ya que nuestra patria es el Cielo, y el Paraíso nunca estará en la tierra. Sabiendo esto, seremos conscientes de que la felicidad plena la encontraremos solamente en el seno de Dios, porque como bien ha dicho San Agustín: “Nos has creado para Ti, Señor, y nuestra alma está inquieta hasta que descanse en Ti”.
Sólo Dios puede colmar el deseo insaciable de felicidad que tiene lo más profundo del corazón humano. Así que tanto seremos más felices en cuanto estemos más cerca de Dios. Y seremos más infelices cuando estemos más alejados del Señor.
Si vivimos en paz con Dios, en gracia y amistad suya, entonces no nos será difícil encontrar la felicidad, porque nuestra conciencia tranquila y el saber que nos espera una eternidad de delicias, nos dará alegría y felicidad en este mundo.
Y sabiendo que Dios nos ama, también es otro gran peldaño en el camino hacia la felicidad, porque si estamos convencidos de que Dios es bueno y nos ama infinitamente, no tendremos miedo a nada, porque sabremos que el Señor nos cuida, y que no permitirá nada que sea realmente malo para nosotros, aunque las apariencias nos digan lo contrario.
Por eso un gran secreto para ser felices es estar convencidos plenamente de que Dios nos ama, a pesar de todos nuestros defectos y de cómo somos, Dios nos ama infinitamente, y eso nos debe llenar de felicidad.
El pecador también quiere ser feliz y, pecando, cree que encontrará la felicidad. Pero luego se desengaña ya que allí no habita la felicidad.
Tampoco está la felicidad en el poseer bienes materiales, ya que somos un compuesto de cuerpo y alma, y la materia sola no nos puede bastar para ser felices, sino que necesitamos el alimento del alma: la Verdad, el Amor, la Palabra de Dios.
Entonces llegaremos a una conclusión: Cuanto más cerca estemos de Dios, tanto más felices seremos. Y cuanto más nos alejemos de Dios y de su órbita, más infelices seremos.
Porque a quien está cerca de Dios, hasta las cruces de la vida se le hacen llevaderas, porque comprende que el dolor y el sufrimiento tienen un sentido redentor, y Dios regala una parte de su Cruz a sus hijos, para que sufriendo con Cristo en este mundo, luego disfruten de Su Triunfo en el Cielo.
Pero recordemos siempre esta verdad: Dios nos ha creado para Él, y no estaremos completamente felices hasta que no poseamos a Dios para siempre.
Ahora bien, quien vive en gracia de Dios, ya posee a Dios en el alma, y en cierta manera ya goza del Cielo en este mundo.
Por eso si queremos ser felices, pongamos a Dios en el centro de nuestra vida, y rebosaremos de felicidad, alegría y paz, y la irradiaremos en nuestro entorno. A veces no somos felices porque si nos ponemos a pensar descubrimos que Dios no es el centro de nuestra vida, sino que el centro lo ocupa otra cosa o persona.
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