ORACIÓN DEL CARDENAL MERCIER
¡Oh, Espíritu Santo, alma de mi alma, te adoro! Ilumíname, guíame, 
fortaléceme, consuélame; dime qué debo hacer, dame tus órdenes; te 
prometo someterme a todo lo que desees de mí y aceptar todo lo que 
permitas que me suceda; hazme tan solo conocer tu voluntad.
Si esto hacéis, vuestra vida se deslizará feliz, serena y llena de 
consuelo, aun en medio de las penas, porque la gracia será en proporción
 a la prueba, dándonos la fuerza de sobrellevarla, y llegaréis así a la 
puerta del Paraíso cargados de méritos. Esta sumisión al Espíritu Santo 
es el secreto de la santidad y de la alegría de la vida.

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