Vivir el Evangelio
Transferencia.
En la tierra se acostumbra a hacer transferencias de dinero entre
distintos bancos, entre diferentes personas. Y es muy interesante el
sistema, basta saber el CBU del destinatario, para poder transferirle
vía Internet, el dinero que uno desea.
Pero debemos recordar que lo que vamos ahorrando en este mundo, no
podremos transferirlo al Cielo después de nuestra muerte. Dios no tiene,
por decirlo así, un CBU al que podamos remitir el dinero, y el ataúd no
tiene bolsillos.
Pero hay una forma de llevar nuestro dinero al Cielo, toda nuestra fortuna al Paraíso, y es haciendo buenas obras.
Efectivamente si queremos ser ricos en el Cielo, tenemos que
empobrecernos un poco en la tierra, es decir, hacer obras de caridad y
misericordia, sabiendo que lo que damos a un pobre y a un necesitado, lo
estamos transfiriendo al Cielo, porque la buena obra nos adquiere un
tesoro en el más allá, que nos estará esperando para que lo disfrutemos
por los siglos de los siglos.
Entonces no seamos avaros. Ahorremos, sí, pero demos también
generosamente según nuestras posibilidades, porque esa es la única
manera de llevar nuestro tesoro al Cielo.
Esto es lo que nos enseña el Señor en el Evangelio, ya que Él nos dice
que, además de que no se puede ser esclavo de Dios y del Dinero, también
nos dice que no acumulemos tesoros en la tierra, donde hay ladrones que
roban y polilla que carcome, sino que atesoremos en el Cielo, con
buenas obras y haciendo el bien, ya que allí arriba no hay ladrones que
roben ni polilla o herrumbre que corroan.
Si hacemos así, estaremos un poco más desapegados de los bienes
terrenos, con las alas más abiertas para volar libremente al Cielo
cuando el Señor nos llame, y seremos más felices ya en este mundo,
porque no creamos que nuestras riquezas menguarán, puesto que Dios es
generoso y sabrá darnos siempre lo necesario y hasta mucho, para que
podamos seguir siendo generosos a manos llenas.
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