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martes, 21 de julio de 2015
Amigo...
lunes, 20 de julio de 2015
Todo da igual...
Matar el error, amar al que yerra
Si todo da igual...
Si, como dicen muchos, da lo mismo ser católico, que judío o musulmán, entonces Cristo vino inútilmente a la tierra, porque es bien claro que el Señor fundó la Iglesia Católica para extender el Reino de Dios a toda la creación.
Dios no es injusto, y sabrá premiar a quien esté en otra religión por ignorancia de la Verdad. Pero es necesario que se predique el Evangelio a toda criatura, porque en la Iglesia Católica está la verdad completa, y tiene la misión del mismo Cristo de ir a los pueblos y hacerlos entrar al único redil.
Se ha descubierto la forma de hacer morir a la Iglesia sin derramamiento de sangre, porque con la excesiva consideración y el respeto por ella, han logrado apagar el celo apostólico de los evangelizadores, que ya no están del todo convencidos de tener la Verdad y de tener también la misión de llevar la Verdad a todas las gentes.
Los Santos no actuaban así, y no pensaban así de las demás religiones y sectas, sino que gastaban su vida en anunciar a Cristo, en llevar la Buena Noticia de la salvación a todo el universo.
El modo de actuar de algunos sacerdotes y hasta obispos, deja a veces la duda de si no serán todas las religiones iguales, y que cada una, a su manera, tiene parte de verdad. Pero esto no es así, pues Dios eligió un pueblo, eligió y fundó la Iglesia Católica para instruir y guiar a todos los hombres al conocimiento de la Verdad completa.
Así que estemos en guardia contra estos funestos errores de que todo da lo mismo. ¡No! ¡No todo es lo mismo! Quien acepte a Cristo y la verdad, estará seguro como aquel hombre que edificó su casa sobre roca. Todos los demás, serán influenciables por los vaivenes de los tiempos, de las modas y de los acontecimientos.
Estamos en el mundo en que todo parece relativo, el mundo del “a mí me parece”, y de que todo depende del cristal con que se mire. Pero esto es un engaño de Satanás, porque las cosas son como son, aunque me parezcan o no me parezcan a mí, y las cosas hay que verlas al desnudo, sin cristales de por medio, es decir, hay que verlas desde la perspectiva de Dios, quien ve las cosas en su realidad.
Puede confundirnos incluso, para los menos formados, hasta las reuniones del Papa con representantes de otras religiones y sectas, porque si no estamos bien preparados, podemos creer que todo da lo mismo. ¡No es así! Hay que tener una convivencia pacífica con todos, mientras ello sea posible sin sacrificar la Verdad, y sabiendo que la Verdad es una Persona: Jesucristo, que ha fundado su Iglesia para llevar la Verdad a todas partes.
domingo, 19 de julio de 2015
Foto...
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sábado, 18 de julio de 2015
viernes, 17 de julio de 2015
Héroes desconocidos...
Héroes desconocidos.
¡Cuántos héroes desconocidos hay en el mundo! Padres que velan por sus hijos, que pasan las noches en vela en la guardia de un hospital, con el alma en vilo por la salud de sus pequeños. Hijos que cuidan a sus padres y familiares. ¡Y tantos, tantos otros héroes desconocidos, que son del común de la gente y que la Tierra ni siquiera se percata que los tiene sobre su superficie!
Pero para Dios no son desconocidos, pues cada lágrima, cada suspiro, cada lamento de ellos tiene peso en el corazón de Dios, que los cuenta, bendice, consuela y premia, si no en este mundo, sí en el venidero.
Que sepan estos héroes cotidianos que Dios los ve y se interesa por todo lo que les pasa. Que premiará sus desvelos y consolará sus angustias.
Es bueno que, de vez en cuando, nos llegue alguna enfermedad para que tengamos que ir al hospital, a la clínica para atendernos allí; porque así veremos todo el sufrimiento que hay en esos lugares, que mientras estamos sanos, no pensamos en ello; pero basta que caigamos enfermos para experimentar la compasión por tantas y tantas personas que sufren en los hospitales, en los sanatorios.
Visitar estos lugares es de gran provecho, casi tanto como visitar los cementerios, para comprobar lo que es el hombre, lo que es el mundo y lo frágil que es la vida humana, a la que tantas veces estamos desordenadamente apegados, y la que derrochamos muchas veces en pasatiempos inútiles o hasta pecaminosos.
Si vamos a estos lugares de padecimiento, como guardias de hospital, habitaciones de enfermos, descubriremos también otros héroes desconocidos, que son las personas que atienden a los que sufren: los médicos, enfermeros y demás. ¡Ay de los que se aprovechan de una situación penosa para sacar provecho!, porque si Dios tiene en cuenta cada lágrima de quien sufre, también lleva en cuenta las causas de ello. Y ¡ay de quien saca ventajas de las debilidades y dolores de los hermanos!
Es cosa terrible caer en las manos del Dios vivo habiendo hecho el mal, porque Dios nos hará mal por el mal que hayamos hecho, y bien por el bien que realizamos. Porque el Señor usa con nosotros la ley del talión: ojo por ojo y diente por diente. Y si a veces no exige de nosotros que paguemos todo lo que debemos por nuestros pecados, es porque Cristo ha pagado por nosotros gran parte de nuestra deuda con la Justicia divina.
Porque en definitiva lo que importa en nuestra vida es que la aprovechemos para hacernos de un corazón misericordioso, compasivo, capaz de conmoverse por el dolor ajeno, y ponernos al servicio de quien nos necesita, porque al socorrer a éste o a aquél hermano, estamos socorriendo al mismo Jesucristo presente en ellos.
Pensemos en estas cosas y, aunque estemos sanos y fuertes, no nos olvidemos de quienes “ahora mismo” están pasando por momentos de gran sufrimiento y angustia, para que recemos por ellos, les tendamos una mano si está en nuestro poder, y tomemos conciencia de que tenemos que aprovechar nuestra vida para hacer buenas obras y méritos, porque llegará el día de nuestra muerte y se terminará el plazo para merecer, y lo que hayamos hecho o dejado de hacer, quedará fijado para siempre.
Pero para Dios no son desconocidos, pues cada lágrima, cada suspiro, cada lamento de ellos tiene peso en el corazón de Dios, que los cuenta, bendice, consuela y premia, si no en este mundo, sí en el venidero.
Que sepan estos héroes cotidianos que Dios los ve y se interesa por todo lo que les pasa. Que premiará sus desvelos y consolará sus angustias.
Es bueno que, de vez en cuando, nos llegue alguna enfermedad para que tengamos que ir al hospital, a la clínica para atendernos allí; porque así veremos todo el sufrimiento que hay en esos lugares, que mientras estamos sanos, no pensamos en ello; pero basta que caigamos enfermos para experimentar la compasión por tantas y tantas personas que sufren en los hospitales, en los sanatorios.
Visitar estos lugares es de gran provecho, casi tanto como visitar los cementerios, para comprobar lo que es el hombre, lo que es el mundo y lo frágil que es la vida humana, a la que tantas veces estamos desordenadamente apegados, y la que derrochamos muchas veces en pasatiempos inútiles o hasta pecaminosos.
Si vamos a estos lugares de padecimiento, como guardias de hospital, habitaciones de enfermos, descubriremos también otros héroes desconocidos, que son las personas que atienden a los que sufren: los médicos, enfermeros y demás. ¡Ay de los que se aprovechan de una situación penosa para sacar provecho!, porque si Dios tiene en cuenta cada lágrima de quien sufre, también lleva en cuenta las causas de ello. Y ¡ay de quien saca ventajas de las debilidades y dolores de los hermanos!
Es cosa terrible caer en las manos del Dios vivo habiendo hecho el mal, porque Dios nos hará mal por el mal que hayamos hecho, y bien por el bien que realizamos. Porque el Señor usa con nosotros la ley del talión: ojo por ojo y diente por diente. Y si a veces no exige de nosotros que paguemos todo lo que debemos por nuestros pecados, es porque Cristo ha pagado por nosotros gran parte de nuestra deuda con la Justicia divina.
Porque en definitiva lo que importa en nuestra vida es que la aprovechemos para hacernos de un corazón misericordioso, compasivo, capaz de conmoverse por el dolor ajeno, y ponernos al servicio de quien nos necesita, porque al socorrer a éste o a aquél hermano, estamos socorriendo al mismo Jesucristo presente en ellos.
Pensemos en estas cosas y, aunque estemos sanos y fuertes, no nos olvidemos de quienes “ahora mismo” están pasando por momentos de gran sufrimiento y angustia, para que recemos por ellos, les tendamos una mano si está en nuestro poder, y tomemos conciencia de que tenemos que aprovechar nuestra vida para hacer buenas obras y méritos, porque llegará el día de nuestra muerte y se terminará el plazo para merecer, y lo que hayamos hecho o dejado de hacer, quedará fijado para siempre.
jueves, 16 de julio de 2015
Virgen del Carmen...
SÚPLICA PARA TIEMPOS DIFÍCILES
Tengo mil dificultades: ayúdame.
De los enemigos del alma: sálvame.
En mis desaciertos: ilumíname.
En mis dudas y penas: confórtame.
En mis enfermedades: fortaléceme.
Cuando me desprecien: anímame.
En las tentaciones: defiéndeme.
En horas difíciles: consuélame.
Con tu corazón maternal: ámame.
Con tu inmenso poder: protégeme.
Y en tus brazos al expirar: recíbeme.
Virgen del Carmen, ruega por nosotros.
De los enemigos del alma: sálvame.
En mis desaciertos: ilumíname.
En mis dudas y penas: confórtame.
En mis enfermedades: fortaléceme.
Cuando me desprecien: anímame.
En las tentaciones: defiéndeme.
En horas difíciles: consuélame.
Con tu corazón maternal: ámame.
Con tu inmenso poder: protégeme.
Y en tus brazos al expirar: recíbeme.
Virgen del Carmen, ruega por nosotros.
Amén.
lunes, 13 de julio de 2015
Felicidad...
Hambre de felicidad.
Los hombres tenemos hambre de felicidad, e incluso quienes pecan lo hacen no tanto por maldad, sino porque creen que allí, en el pecado, encontrarán la felicidad.
Lo que sucede es que hemos sido creados para Dios, que es infinito, y no nos puede llenar completamente ninguna otra cosa.
Pero el demonio, que sabe muy bien esta verdad y la condición del hombre, nos promete que seremos felices si pecamos, y así nos aleja cada vez más de la Felicidad con mayúscula, de Dios, de la eternidad dichosa.
Es tiempo de que nos despertemos de la somnolencia con que el demonio envuelve nuestra alma, porque el único camino que lleva a la felicidad es el de los Diez Mandamientos, no hay otro. Y aunque parezca duro seguir este camino, quien lo sigue camina en la paz del corazón, y ya va gustando anticipadamente la felicidad del Paraíso.
Es la tentación de siempre: el diablo quiere hacer creer al hombre que Dios es malo, que es injusto, que es cruel porque manda cumplir los mandamientos. Pero el malo es el diablo, que nos quiere perder para siempre.
Un poeta dijo que “ningún camino de flores conduce a la gloria”, y mucho menos si se trata de la gloria de Dios, de la gloria del Cielo, ya que deberemos trabajar duramente para ganarla, aunque hay un secreto para hacer mucho y en corto tiempo: amar. Si amamos, todo se nos hará más fácil. Pero el amor es sacrificio y entrega, y por ello hay más felicidad en dar que en recibir. Dando a Dios y a los demás, es como recibimos una medida apretada y desbordante.
Sepámoslo de una vez por todas: La felicidad completa, el Paraíso, jamás podrá estar en este mundo. Nunca hallaremos la felicidad completa de este lado de acá, porque hemos sido creados con un corazón que necesita del Infinito, de Dios. Y ése será el tremendo tormento de las almas que se condenen: el no poder llegar nunca jamás a alcanzar esa Felicidad para la que fueron creadas.
Así que pensémoslo bien, porque muchas veces por disfrutar de un placer, de un momento de alegría, pecamos y así perdemos el Placer y la Alegría con mayúscula: a Dios y el Cielo para los que hemos sido creados.
Ojalá no estemos del todo contentos en este mundo, porque a veces nos sucede que parece que lo tenemos todo aquí, y entonces es cuando creemos tocar el cielo con las manos, y podemos olvidarnos del verdadero Cielo.
Demos gracias a Dios que de vez en cuando, o muy a menudo, nos envía alguna cruz, algún sufrimiento y desencanto, para que recordemos que, como bien lo dice la Salve, éste es un valle de lágrimas, y no nos atemos a este mundo, sino que lo utilicemos como trampolín para lanzarnos a la conquista de la eternidad.
Lo que sucede es que hemos sido creados para Dios, que es infinito, y no nos puede llenar completamente ninguna otra cosa.
Pero el demonio, que sabe muy bien esta verdad y la condición del hombre, nos promete que seremos felices si pecamos, y así nos aleja cada vez más de la Felicidad con mayúscula, de Dios, de la eternidad dichosa.
Es tiempo de que nos despertemos de la somnolencia con que el demonio envuelve nuestra alma, porque el único camino que lleva a la felicidad es el de los Diez Mandamientos, no hay otro. Y aunque parezca duro seguir este camino, quien lo sigue camina en la paz del corazón, y ya va gustando anticipadamente la felicidad del Paraíso.
Es la tentación de siempre: el diablo quiere hacer creer al hombre que Dios es malo, que es injusto, que es cruel porque manda cumplir los mandamientos. Pero el malo es el diablo, que nos quiere perder para siempre.
Un poeta dijo que “ningún camino de flores conduce a la gloria”, y mucho menos si se trata de la gloria de Dios, de la gloria del Cielo, ya que deberemos trabajar duramente para ganarla, aunque hay un secreto para hacer mucho y en corto tiempo: amar. Si amamos, todo se nos hará más fácil. Pero el amor es sacrificio y entrega, y por ello hay más felicidad en dar que en recibir. Dando a Dios y a los demás, es como recibimos una medida apretada y desbordante.
Sepámoslo de una vez por todas: La felicidad completa, el Paraíso, jamás podrá estar en este mundo. Nunca hallaremos la felicidad completa de este lado de acá, porque hemos sido creados con un corazón que necesita del Infinito, de Dios. Y ése será el tremendo tormento de las almas que se condenen: el no poder llegar nunca jamás a alcanzar esa Felicidad para la que fueron creadas.
Así que pensémoslo bien, porque muchas veces por disfrutar de un placer, de un momento de alegría, pecamos y así perdemos el Placer y la Alegría con mayúscula: a Dios y el Cielo para los que hemos sido creados.
Ojalá no estemos del todo contentos en este mundo, porque a veces nos sucede que parece que lo tenemos todo aquí, y entonces es cuando creemos tocar el cielo con las manos, y podemos olvidarnos del verdadero Cielo.
Demos gracias a Dios que de vez en cuando, o muy a menudo, nos envía alguna cruz, algún sufrimiento y desencanto, para que recordemos que, como bien lo dice la Salve, éste es un valle de lágrimas, y no nos atemos a este mundo, sino que lo utilicemos como trampolín para lanzarnos a la conquista de la eternidad.
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