sábado, 21 de abril de 2018
Alimento...
Palabras de Jesús
Dios nos alimenta.
Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. (Mt 4, 4)
Comentario:
Esto es lo que le responde Jesús al demonio, cuando éste lo tentó con lo material, con el sentido. Y Jesús deja bien en claro que el hombre no es solo material, sino que es sobre todo espiritual, y que su alma vive de la palabra de Dios. El hombre necesita el alimento material, pero también, y mucho más, necesita del alimento espiritual, de la gracia de Dios, que es la Vida del alma, y por lo tanto, del hombre. Ya lo dijo también Jesús en el Evangelio que primero hay que buscar el Reino de Dios y que todo lo demás se nos dará por añadidura. Estas palabras de Jesús son también hoy un duro revés a este mundo actual, que hace creer al hombre que la felicidad está en tener cosas materiales y en gozar toda clase de placeres. Pero el hombre tiene un alma con deseos de infinito, que solo cuando posea a Dios en el Cielo, estará colmada de felicidad. Y ya desde aquí de la tierra, el hombre es verdaderamente feliz, cuando vive en gracia de Dios, en amistad con Él y alejado del pecado.
Jesús, en Vos confío.
viernes, 20 de abril de 2018
Purgatorio...
El Purgatorio existe.
Es
un artículo de fe que las almas de los que mueren con alguna culpa
venial, o sin haber satisfecho plenamente a la Justicia divina por los
pecados ya perdonados, están detenidas en un lugar de expiación que
llamamos Purgatorio. Así lo enseña la santa Madre Iglesia, columna
infalible de la verdad: así lo confirma la más antigua y constante
tradición de todos los siglos; así lo aseguran unánimemente los santos
Padres griegos y latinos, Tertuliano, San Cirilo, San Cipriano, San Juan
Crisóstomo, San Ambrosio, San Agustín, y tantos otros; así lo han
definido los sagrados Concilios de Roma, de Cartago, de Florencia, de
Letrán y de Trento, dirigidos por el Espíritu Santo. Y aunque la Iglesia
no lo enseñase así ¿no lo dice bastante la razón natural?
Supongamos
que sale de este mundo un alma con algún pecado venial; ¿qué hará Dios
de ella? ¿La arrojará al infierno, y siendo su hija y esposa amadísima
la confundirá con los réprobos y espíritus infernales? Eso repugna a la
Justicia y Bondad divinas. ¿La introducirá en el cielo? Eso se opone
igualmente a la santidad y pureza infinita del Creador; pues sólo aquel
cuyas manos son inocentes, y cuyo corazón está limpio, subirá al monte
del Señor. Nada manchado puede entrar en aquel reino purísimo. ¿Qué
hará, pues, Dios de aquella alma? Ya nos lo dice por Malaquías: La
pondré como en un crisol, esto es, en un lugar de penas y tormentos, de
donde no saldrá hasta que haya plenamente satisfecho a la Justicia
divina.
¿Crees
tú esto, cristiano? Creas o no creas, te burles o no te burles de ello,
la cosa es, y será así. Negar el Purgatorio, sólo poner en duda
deliberadamente su existencia, es ya pecado grave. ¿Crees tú esta
verdad, y con esa indiferencia miras tan horribles penas? ¿Crees en el
Purgatorio, y con tus culpas sigues amontonando leña para arder en el
más terrible fuego?
(De la Novena de Ánimas)
jueves, 19 de abril de 2018
Frialdad...
Mundo frío.
A pesar de la frialdad que se va apoderando del corazón de los hombres,
nosotros debemos tratar de perseverar en ser compasivos y
misericordiosos, pues Jesús ha prometido en su Evangelio que habrá
misericordia de Dios para quien haya sido misericordioso con los
hermanos.
Ya está anunciado que en los últimos tiempos el mal sería tan extendido que la caridad se enfriaría en muchos, pero aquél que perseverara hasta el fin, es decir, quien continuara siendo bueno y compasivo a pesar de todo, ése se salvaría.
Por eso tratemos de que no se nos endurezca el corazón, pues todo lo exterior quiere ayudar a este endurecimiento de los corazones, y es por ello que hoy más que nunca debemos enternecer nuestro corazón, en lugar de hacerlo más duro, pues el mundo, el demonio y los hombres malvados colaboran para este enfriamiento y esta dureza.
Aprendamos de Nuestro Señor Jesucristo que, cuando el mundo más se endurecía con Él, el Señor tanto más ofrecía su amor y perdón. E incluso en el momento de mayor crueldad e inhumanidad para con el Verbo, Éste no castigó sino todo lo contrario, nos dio a su Madre desde la cruz, y dejó que le traspasaran el costado y le abrieran el Corazón, para mostrar a la humanidad que el que vence siempre es el amor.
Podrá el odio y la maldad hacer más ruido, hacer más barullo, pero al final quien vence es el amor, es la caridad, es la misericordia, es la compasión.
Seamos, entonces, compasivos con todos, capaces de enternecernos y llorar por las desgracias y miserias ajenas, tomándolas como propias, y así Dios derramará sobre nuestras almas, copiosas gracias y favores celestiales en la tierra, y luego en el Cielo el premio será desmesuradamente grande.
Ya está anunciado que en los últimos tiempos el mal sería tan extendido que la caridad se enfriaría en muchos, pero aquél que perseverara hasta el fin, es decir, quien continuara siendo bueno y compasivo a pesar de todo, ése se salvaría.
Por eso tratemos de que no se nos endurezca el corazón, pues todo lo exterior quiere ayudar a este endurecimiento de los corazones, y es por ello que hoy más que nunca debemos enternecer nuestro corazón, en lugar de hacerlo más duro, pues el mundo, el demonio y los hombres malvados colaboran para este enfriamiento y esta dureza.
Aprendamos de Nuestro Señor Jesucristo que, cuando el mundo más se endurecía con Él, el Señor tanto más ofrecía su amor y perdón. E incluso en el momento de mayor crueldad e inhumanidad para con el Verbo, Éste no castigó sino todo lo contrario, nos dio a su Madre desde la cruz, y dejó que le traspasaran el costado y le abrieran el Corazón, para mostrar a la humanidad que el que vence siempre es el amor.
Podrá el odio y la maldad hacer más ruido, hacer más barullo, pero al final quien vence es el amor, es la caridad, es la misericordia, es la compasión.
Seamos, entonces, compasivos con todos, capaces de enternecernos y llorar por las desgracias y miserias ajenas, tomándolas como propias, y así Dios derramará sobre nuestras almas, copiosas gracias y favores celestiales en la tierra, y luego en el Cielo el premio será desmesuradamente grande.
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