jueves, 15 de octubre de 2015

Evangelio del día...


jueves 15/OCT/15

Evangelio del día.

Lc 11, 47-54.
Llave de la ciencia.
Jesús dijo a los fariseos y a los doctores de la Ley: “¡Ay de ustedes, que construyen los sepulcros de los profetas a quienes sus mismos padres han matado! Así se convierten en testigos y aprueban los actos de sus padres: ellos los mataron y ustedes les construyen sepulcros. Por eso la Sabiduría de Dios ha dicho: ‘Yo les enviaré profetas y apóstoles: matarán y perseguirán a muchos de ellos’. Así se pedirá cuenta a esta generación de la sangre de todos los profetas, que ha sido derramada desde la creación del mundo: desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que fue asesinado entre el altar y el santuario. Sí, les aseguro que a esta generación se le pedirá cuenta de todo esto. ¡Ay de ustedes, doctores de la Ley, porque se han apoderado de la llave de la ciencia! No han entrado ustedes, y a los que quieren entrar, se lo impiden”. Cuando Jesús salió de allí, los escribas y fariseos comenzaron a acosarlo, exigiéndole respuesta sobre muchas cosas y tendiéndole trampas para sorprenderlo en alguna afirmación.
Reflexión:
Terrible palabra la de Jesús a los doctores de la Ley, los cuales se han guardado la llave de la ciencia. Es decir que ellos no entran por el buen camino del Cielo e impiden que otros lo hagan, cerrándoles las puertas del Reino. Dios no permita que nosotros los católicos hagamos algo semejante siendo un obstáculo a la salvación de nuestros hermanos. Porque podemos hacer muy complicada y rebuscada la doctrina de Dios, que es tan sencilla, y por este motivo no alcanzar el Cielo nosotros e impedírselo también a otros hombres.
Pidamos a la Santísima Virgen la gracia de facilitarles a nuestros prójimos el camino a la salvación eterna.
Jesús, María, os amo, salvad las almas
.

miércoles, 14 de octubre de 2015

Quiero...

QUIERO que sepas
una cosa.

Tú sabes cómo es esto:
si miro
la luna de cristal, la rama roja
del lento otoño en mi ventana,
si toco
junto al fuego
la impalpable ceniza
o el arrugado cuerpo de la leña,
todo me lleva a ti,
como si todo lo que existe,
aromas, luz, metales,
fueran pequeños barcos que navegan
hacia las islas tuyas que me aguardan.

Ahora bien,
si poco a poco dejas de quererme
dejaré de quererte poco a poco.

Si de pronto
me olvidas
no me busques,
que ya te habré olvidado.

Si consideras largo y loco
el viento de banderas
que pasa por mi vida
y te decides
a dejarme a la orilla
del corazón en que tengo raíces,
piensa
que en ese día,
a esa hora
levantaré los brazos
y saldrán mis raíces
a buscar otra tierra.

Pero
si cada día,
cada hora
sientes que a mí estás destinada
con dulzura implacable.
Si cada día sube
una flor a tus labios a buscarme,
ay amor mío, ay mía,
en mí todo ese fuego se repite,
en mí nada se apaga ni se olvida,
mi amor se nutre de tu amor, amada,
y mientras vivas estará en tus brazos
sin salir de los míos

lunes, 12 de octubre de 2015

Evangelio del día...


lunes 12/OCT/15

Evangelio del día.

Lc 11, 29-32.
Obras.
Al ver Jesús que la multitud se apretujaba, comenzó a decir: Ésta es una generación malvada. Pide un signo y no le será dado otro que el de Jonás. Así como Jonás fue un signo para los ninivitas, también el Hijo del hombre lo será para esta generación. El día del Juicio, la Reina del Sur se levantará contra los hombres de esta generación y los condenará, porque ella vino de los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón y aquí hay Alguien que es más que Salomón. El día del Juicio, los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación y la condenarán, porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás y aquí hay Alguien que es más que Jonás.
Reflexión:
Es urgente nuestra conversión. No debemos dejarla para otro día, sino que hoy mismo debemos comenzar a caminar por este camino. La Virgen lo pide en muchas de sus apariciones y hay que aprovechar este tiempo de gracia y de misericordia, pues llegará un momento en que ya no habrá posibilidad de conversión; se cerrará la puerta, como dice Jesús en el Evangelio. ¿Y cómo hacer para convertirnos? Rezar, rezar y rezar. Así seremos iluminados para ver qué es lo que tenemos que hacer y qué debemos cambiar en nuestra vida.
Pidamos a la Santísima Virgen la gracia de comprender que nuestro obrar debe ser agradable a los ojos de Dios, y no conformarnos con solo “saber” las cosas, sino “hacer” las cosas como Dios quiere.
Jesús, María, os amo, salvad las almas.

miércoles, 7 de octubre de 2015

Santidad...

Ser santos

Horror al pecado.
Lo que nos estorba para alcanzar la santidad es el pecado. Y si no tenemos horror al pecado, entonces difícilmente llegaremos a ser santos, porque cometeremos el pecado -al menos el pecado venial- con ligereza, y eso nos dispondrá a caer en faltas más graves, alejándonos cada vez más de Dios y de la santidad.
Debemos tener conciencia de la gravedad del pecado, porque nos sucede que como cuando pecamos parece que no pasa nada, entonces no estamos adiestrados para el combate y, como Eva en el Paraíso, aceptamos la seducción que nos dice: “muerde el fruto prohibido”.
Pero si queremos sopesar la gravedad del pecado, lo que el pecado es, simplemente miremos a la Cruz de Cristo, miremos al Calvario, miremos a la humanidad doliente y sufriendo desde milenios por las consecuencias del primer pecado y de los pecados que vinieron después.
Pensemos en el castigo que merece un solo pecado mortal: el Infierno eterno, con penas que ninguna lengua humana puede describir. Recapacitemos que un solo pecado venial o leve, acarrea a veces siglos y siglos de Purgatorio, de purificaciones ultraterrenas que algunos santos las comparan con los sufrimientos del Infierno, salvo en que los padecimientos del Purgatorio tendrán fin un día.
Los santos decían: “¡Morir antes que pecar!”, y lo trataban de cumplir porque tenían la visión justa de lo que es el pecado, y le tenían horror. Pensemos nosotros a ver si también tenemos ese santo horror al pecado, incluso al más leve, porque es el verdadero enemigo del que hay que saber defenderse para alcanzar la santidad.


martes, 6 de octubre de 2015

Valores...

Fragmento del Diario de Santa Faustina Kowalska, "La Divina Misericordia en mi alma", con comentario

Valor de las cosas.
587 Una vez, vi de repente al Señor Jesús en una gran Majestad y me dijo estas palabras: Hija Mía, si quieres, en este momento creo un mundo nuevo más bello que éste y pasarás en él el resto de tus días. Contesté: No quiero ningún mundo, yo Te deseo a Ti, oh Jesús, deseo amarte con el amor con que Tú me amas; Te ruego una cosa: Haz mi corazón capaz de amarte. Me sorprende mucho, Jesús mío, que hagas tal pregunta, porque en realidad ¿qué haría yo con estos mundos aunque me los des por millares? ¿Qué provecho tendría? Tú sabes bien, Jesús, que mi corazón muere de nostalgia por Ti; todo lo que está fuera de Ti, para mí no es nada. En aquel momento no vi nada más, pero una fuerza envolvió mi alma y un extraño fuego se incendió en mi corazón, y entré en una especia de agonía por Él; entonces oí estas palabras: A ningún alma Me uno tan estrechamente y de este modo como a ti y esto por la profunda humildad y el amor ardiente que tienes por Mí.
Comentario:
Este texto del diario se podría comparar con aquella máxima de Jesús en el Evangelio, que dice “¿de qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si al final pierde su alma?”.
Sor Faustina no quiere ni este mundo ni otros mundos que Dios le pudiera crear, sino que quiere al Autor de los mundos, a Dios, a Jesús.
En cambio ¡cuántos hay en el mundo que por un poco de oro, una parte de honor, dejan de lado a Dios, y van corriendo tras los espejismos sembrados por el demonio!
Pero Dios sabe premiar a quien Le ama por sobre todas las cosas, y se une estrechamente a esa alma, de modo que la hace casi omnipotente, pues se le comunica en todo su poder, y así esa alma llega a ser muy semejante a Dios por gracia.
Es lo que le sucedió a Sor Faustina, que por su gran humildad llegó a unirse estrechamente a Dios.
Pero también esto es para nosotros. Pensemos en qué gastamos el tiempo y las fuerzas en este mundo. ¿Queremos tener cada vez más bienes materiales, u honores o placeres? Pensemos que sólo Dios merece nuestro amor total y completo.
Estamos a tiempo todavía. Porque aunque ganáramos el mundo entero, ¿de qué nos serviría si perdiéramos la gracia santificante y perdiéramos para siempre a Dios?
Jesús, en Vos confío.


domingo, 4 de octubre de 2015

Sacrificios...

teresita

Pequeños sacrificios.

Hace unos días celebramos la memoria de Santa Teresita del Niño Jesús, santa que se distinguió especialmente en ofrecer las cosas pequeñas de cada día como medio de santificación. 
Y eso es lo que debemos hacer nosotros, lo que se llaman “pequeños sacrificios”, es decir, hacer pequeños actos de renuncia, y hacerlos con mucho amor, para bien nuestro y de muchas almas, porque siempre será verdad que las almas se salvan con la oración y el sufrimiento. 
Hagamos el propósito de comenzar hoy mismo haciendo pequeños sacrificios. Pongámonos como objetivo el arrebatar almas al demonio, especialmente aquellas almas que más amamos, quizás la de nuestros seres más queridos, los amigos, y por toda aquella persona que esté necesitando un “empujón” de gracia para salir de un estado miserable de pecado, o para arreglar alguna situación complicada, etc. 
Con la oración y la penitencia, podemos obtener todo de Dios. ¿Qué estamos esperando para comenzar ahora mismo con esta loable práctica de las pequeñas renuncias a cosas lícitas?, que no permitirán que nos ensoberbezcamos, pues son mínimas; y haremos un gran bien, no sólo para obtener gracias y favores de Dios, sino también para estar en buen estado nosotros mismos, es decir, entrenados en esta lucha que es la vida sobre la tierra. 
Tendríamos que llenar nuestra jornada de pequeños sacrificios. ¡Hay tantas cosas inoportunas que nos suceden durante el día! ¿Por qué no las aprovechamos para, en lugar de enojarnos y malhumorarnos, ofrecerlas por la salvación de las almas, especialmente de alguna en particular por la que tenemos un gran amor? 
Recordemos aquellas palabras del Salvador en su Evangelio, que quien sea fiel en lo poco, también será fiel en lo mucho. Así, haciendo pequeños sacrificios, muchos por día, quizás alguna vez tengamos que derramar también materialmente la sangre por Cristo; y estaremos preparados, porque toda nuestra vida habrá sido un bordado primoroso de pequeños martirios de amor, por Dios y por las almas; y habiendo siendo fieles en lo poco, también seremos fieles en lo mucho. 
Hay mil ocasiones en la vida de todos los días, para ejercitar el amor, la paciencia, la mansedumbre, la alegría. Comencemos hoy mismo, ahora, y veremos las admirables cosas que el Señor hará por nosotros y por quienes amamos.

sábado, 3 de octubre de 2015

Instantes...

De pecadores a santos

En un instante.
Algunos creen que para pasar de ser pecadores a santos, se necesitan muchos años, mucha penitencia, trabajo interior. Y esto es así en gran parte. Pero también se puede pasar de pecador a santo en cuestión de instantes. Si no, veamos en el Calvario, cuando el Evangelio dice que los dos ladrones que estaban a los lados de Jesús, crucificados con Él, le insultaban, pero uno de ellos luego cambia de golpe y reconoce a Cristo por lo que es: el Rey eterno, Dios. De un momento a otro cambió radicalmente, y cometió el último “robo” de su vida: el Cielo, pues efectivamente el Buen Ladrón fue uno de los primeros que entró al Paraíso junto con Jesús.
También Jesús da a entender este misterio cuando nos narra la parábola del dueño de la viña que sale a contratar trabajadores. Dice el Señor que los contrata hasta el último momento, y que todos reciben la misma paga. Es decir que también se ganan el Cielo quienes se convierten en el último momento, pues quizás reciben los últimos sacramentos en su lecho de muerte, o hacen un acto de contrición perfecta, y vuelan a los brazos del buen Dios. Y eso lo logran en un momento, en pocos minutos, o quizás en un instante.
Así que no nos descorazonemos, si parece que no avanzamos en el camino del bien, porque en algún momento puede suceder que entendamos todo de golpe, y hagamos un acto de tanto amor a Dios, que nos santifiquemos milagrosamente de un momento para otro.
Nunca hay que perder las esperanzas, y más cuando otros han rezado por nosotros, o nosotros mismos, en el pasado, hemos hecho obras buenas y hemos rezado, ya que todo es tenido en cuenta por Dios, y en el momento justo nos dará la gracia para santificarnos.