sábado, 30 de marzo de 2013

Sábado Santo y Vigilia Pascual...


Sábado Santo


Durante el Sábado Santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor meditando su pasión y muerte, y se abstiene del sacrificio de la misa, quedando por ello desnudo el altar hasta que, después de la solemne Vigilia o expectación nocturna de la resurrección, se inauguren los gozos de la Pascua, cuya exuberancia inundará los cincuenta días pascuales. En este día no se distribuye la comunión, a no ser en caso de viático.
El misterio específico del Sábado Santo es éste: la ausencia del Señor. El Señor ha ocultado su rostro, ha sustraído su presencia, el Señor está ausente; el Señor, mistéricamente, está muerto.

Los elementos que convenimos en llamar “mistéricos”  son los siguientes:
a)    La privación de la Eucaristía. Siempre según esta lógica del misterio, es imposible la Eucaristía en Sábado Santo, porque el Señor “no está”.
b)   Tampoco se proclama la Palabra de Dios en la asamblea Eucarística. No hay Eucaristía, no hay Palabra en contexto de Eucaristía a diferencia del Viernes Santo.
c)    La experiencia del vacío. Cuando se nos muere un ser querido decimos que nos ha dejado un vacío que no se puede llenar; la casa está vacía. El Sábado Santo es el contacto con el vacío. Este vacío, que es sobrecogimiento, silencio y ayuno, es misterio, y su vivencia es una celebración cultual en lo hondo.

Este día es para vivirlo desde la quietud meditativa, permaneciendo en paz y sobrecogidos ante la ausencia del Señor.
Meditar “viendo” hacia la sepultura del Señor (¿qué hemos de sepultar nosotros?; el descanso del Señor, empeñémonos en entrar en el descanso del Señor (cf. Hb 4, 1-13); el Señor desciende al abismo y se encuentra con los justos (se trata del insondable misterio que los cristianos confesamos en el Credo: “Y descendió a los infiernos”).
El grano de trigo ha muerto y está sepultado en el seno de la tierra, pero va a producir por eso mismo abundante fruto (cf. Jn 12, 24). Cristo está con los muertos. Luego será primogénito de entre los muertos, la primicia de la nueva creación.
Cristo se ha hecho solidario hasta el final con el hombre mortal (¿somos solidarios como Jesús?). Solidario de su fracaso, de su silencio, de sus momentos de hundimiento, de los momentos en que parece que ha triunfado el mal y la muerte (miremos hacia nuestra propia experiencia). El sepulcro no va a ser la última palabra, pero es muy en serio. “¿Por qué me has abandonado?.
La bajada al “infierno” forma parte de la dinámica de la Pascua (¿Identificas tu “infierno”?). Es muerte y liberación, descenso y ascenso en un movimiento unitario. Cristo rompe el poder de la muerte y nos saca de “nuestros sepulcros”. Nos toma de la mano (¿te dejas sacar de tus sepulcros?). La muerte ha sido vencida y sus llaves, desparramadas.
De una manera o de otra, complementariamente, la comunidad cristiana contempla a Jesús en el sepulcro, en su silencio, en su dolor, en su fracaso personalizando, frente a Jesús en el sepulcro, nuestro(s) sepulcro(s), nuestro(s) dolor(es), nuestro(s) fracaso(s). Callamos y oramos. Velamos. Ya sabemos que resucitará, pero mientras tanto tomemos muy en serio el sepulcro de aquel que dio su vida por nosotros.

Vigilia Pascual

La noche más significativa del año


Después de un día de silencio, de oración y de ayuno, nos disponemos a celebrar la Pascua, el paso, la Resurrección del Señor. La Vigilia Pascual es la Pascua del Señor y la Pascua de la Iglesia, origen y raíz de todo el año litúrgico.
En esta celebración de la Vigilia reciben su consagración pascual las palabras, las oraciones, los sacramentos y los símbolos de la Iglesia, que son prolongación e irradiaciones de la Pascua.
Estos grandes símbolos son: la asamblea santa, que siempre la Esposa y la comunidad del Resucitado. El tiempo nuevo, que siempre, de noche y de día, tiempo pascual insertado ya en nuestro hoy que es Cristo. El fuego nuevo, que recuerda la columna de fuego y el fuego del Espíritu encendido por el Resucitado en los corazones de los fieles. El agua regeneradora, signo de la vida nueva en Cristo, fuente de vida. El crisma santo de la unción espiritual de los bautizados. El banquete nupcial de la Iglesia: en el pan y el vino de la Eucaristía tenemos la comida del Resucitado y con el Resucitado. El canto nuevo del aleluya pascual, himno de los redimidos, cantar de los peregrinos en camino hacia la patria.
Todos los otros símbolos son pascuales: la cruz, el altar, el ambón, el libro. Sobre todo, por la importancia ritual de la Vigilia, el Cirio pascual, signo de Cristo que ilumina con su presencia a la asamblea.

La estructura de la Vigilia Pascual es interpretada de la siguiente manera:
Lucernario: pascua cósmica.
Liturgia de la Palabra: Pascua de la historia.
Ritos bautismales: Pascua de los neófitos.
Liturgia Eucarística: Pascua de los fieles.

El lucernario con la liturgia del fuego y de la luz. Con la bendición del fuego nuevo para encender la nueva luz, se recuerda que estamos en la noche donde todo se renueva en aquél que hace nuevas todas las cosas. El cirio es bendecido y adornado porque es símbolo de Cristo Luz. La procesión de la tinieblas a la luz, la peregrinación de la Iglesia, nuevo Pueblo de Dios, guiada por la columna de fuego, iluminación bautismal que cada uno recibe de Cristo para ser siempre hijo de la luz.

La liturgia de la Palabra. La proclamación de la Palabra de Dios se hace simbólicamente a la luz de Cristo Resucitado, centro del cosmos y de la historia. Son lecturas progresivas de la historia de la salvación; tienen un carácter cristológico; poseen una estrecha relación con el bautismo. A continuación, la oración de la Iglesia expresa el sentido tipológico de la lectura.

La liturgia Bautismal. Sigue la liturgia bautismal con la invocación de los santos, la bendición de la pila bautismal y todos los otros ritos del bautismo y de la confirmación cuando hay adultos para bautizar. Si no hay bautismos, se pasa en seguida a la bendición del agua, a las renuncias y promesas del bautismo, con la aspersión del agua. Es el recuerdo memorial de la Pascua y del bautismo. Termina con la oración universal o de los fieles.

La liturgia Eucarística. Encuentro con el Cristo resucitado en un sacrificio pascual, en la comunión con Él. La celebración se cierra con la invitación pascual al final de la misa para llevar a todos el anuncio del Cristo Resucitado.

Cristo, resucitando, ha vencido a la muerte. Este es en verdad el día del Señor. El fundamento de nuestra fe. La experiencia decisiva que la Iglesia, como Esposa unida al Esposo, recuerda y vive cada año, renovando su comunión con Él, en la Palabra y en los Sacramentos de esta noche. El nacimiento de Cristo a la Vida Nueva quiere producir el renacimiento de su comunidad, y de cada uno de nosotros, a esa misma Vida Nueva.

Que tengas una buena Semana Santa
Saludos

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