sábado, 10 de agosto de 2013

Humillémonos...

La infancia espiritual

Humillémonos. 
Humillémonos bajo la poderosa mano de Dios, porque al Señor no hay nada que le disguste más como el orgullo y la soberbia. Éstos fueron los pecados de Lucifer, y fue abatido de su trono de gloria.
Si nos humillamos ante Dios, Él, a su debido tiempo, sabrá elevarnos a la gloria.
Imitemos a los niños, que están en un lugar humilde y nunca quieren ser sabios ni arrogantes, pues comprenden que son “pequeños” y necesitan de todo.
Nosotros también necesitamos de todo, puesto que en la vida espiritual somos sólo niñitos, que no saben ni decir una palabra en el camino del bien.
Si estamos así humildes ante Dios y los hermanos, entonces Dios nos preparará un lugar muy junto a Sí en el Cielo, y ya desde la tierra el Señor nos ensalzará como lo hizo con María, su Madre, que se colocó en el último lugar de todos.
¡Qué agradable es para Dios la humildad! Tenemos que practicar la humildad si queremos agradar a Dios, porque Él busca a los humildes para colmarlos de dones y gracias, y se revela a los humildes, a los que son una “nada” para el mundo, aunque para Él valen mucho.
¡Y nosotros que queremos, muchas veces, sobresalir en todo y nos creemos muy superiores a los demás, y para todos tenemos un calificativo poco caritativo! ¡Que no suceda más esto en nosotros, sino coloquémonos en el último lugar como ese convidado del banquete, para que el Señor, a su tiempo, nos llame más cerca suyo!

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