miércoles 2/SEP/15
Evangelio del día.
Lc 4, 38-44.
Sobre la enfermedad.
Al
salir de la sinagoga, Jesús entró en la casa de Simón. La suegra de
Simón tenía mucha fiebre, y le pidieron que hiciera algo por ella.
Inclinándose sobre ella, Jesús increpó a la fiebre y ésta desapareció.
En seguida, ella se levantó y se puso a servirlos. Al atardecer, todos
los que tenían enfermos afectados de diversas dolencias se los llevaron,
y él, imponiendo las manos sobre cada uno de ellos, los sanaba. De
muchos salían demonios, gritando: “¡Tú eres el Hijo de Dios!”. Pero él
los increpaba y no los dejaba hablar, porque ellos sabían que era el
Mesías. Cuando amaneció, Jesús salió y se fue a un lugar desierto. La
multitud comenzó a buscarlo y, cuando lo encontraron, querían retenerlo
para que no se alejara de ellos. Pero él les dijo: “También a las otras
ciudades debo anunciar la Buena Noticia del reino de Dios, porque para
eso he sido enviado”. Y predicaba en las sinagogas de toda la Judea.
Reflexión:
Jesús
tiene poder sobre toda enfermedad. Si estamos enfermos debemos tener en
claro que Dios en un abrir y cerrar de ojos nos puede devolver la salud
completa. Por eso es bueno pedir con insistencia la salud, pero si la
voluntad de Dios es dejarnos con nuestra dolencia, la tenemos que
aceptar con resignación, ya que si Él lo quiere así, es porque dicha
enfermedad no sólo nos hará ganar méritos para el Cielo, sino que además
obtendremos gracias para la conversión y salvación de otros hermanos
nuestros.
Pidamos
a la Santísima Virgen que nos ayude a pedir con confianza nuestra
curación, pero si la voluntad de Dios sobre nosotros es otra, que nos
ayude a llevar la cruz de la enfermedad con valentía.
Jesús, María, os amo, salvad las almas.
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