De pecadores a santos
De grandes pecadores a grandes santos.
La Misericordia de Dios puede hacer que de un gran pecador surja un gran santo.
La historia de la Iglesia está plagada de estos grandes cambios, por ejemplo María Magdalena, que se ser una gran pecadora, llegó a ser una grandísima santa, de modo que tuvo la gracia de acompañar al Señor en los momentos tremendos de su Pasión, y verlo resucitado, ella la primera, según el relato evangélico.
Así que no estamos perdidos, porque aunque seamos grandes pecadores. Es más, justamente porque somos quizás grandes pecadores, es entonces que Dios nos concede la oportunidad de llegar a ser grandes, grandísimos santos.
Estamos a tiempo todavía, porque mientras hay vida, hay esperanza, y podemos cambiar con la ayuda de Dios.
No nos espanten nuestros muchos, innumerables y tal vez gravísimos pecados, porque si se los entregamos a la Misericordia de Dios, ella los cambiará en virtudes y santificación.
Y recordemos que Dios nos espera hasta el último momento, porque así como el buen ladrón se santificó en pocos minutos antes de su muerte, así también nosotros podemos convertirnos un momento antes de nuestro final en este mundo.
Eso sí, no juguemos con Dios, porque si tenemos la oportunidad de cambiar, pero lo postergamos hasta el último momento, es también cierto que de Dios nadie se burla, y nos puede suceder que no tengamos esa última oportunidad al final.
Siempre será verdad aquello que cantaron los Ángeles en Belén: “Gloria a Dios en el Cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad”. Debemos, entonces tener buena voluntad, porque si queremos engañar a Dios y engañarnos nosotros mismos, postergando nuestra conversión, puede ocurrir que nunca lo logremos y terminemos en el abismo de fuego para siempre.
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