miércoles, 24 de febrero de 2016

Caminos...

La oración aclara el camino.

Muchas veces en nuestra vida nos encontramos en un cruce de caminos, donde tenemos que elegir qué rumbo tomar. O también hay veces que se nos nubla un poco el entendimiento, y se suma a esto las tentaciones y proyectos personales que pueden estar de acuerdo con el plan de Dios, o quizás no. Entonces es el momento de rezar, y rezar mucho, para aclarar nuestra mente y corazón, y así ver claro lo que tenemos que hacer. 
La oración aclara los más oscuros caminos, y lo que el demonio quiere es mantenernos alejados de la oración, porque sabe que un alma que ora está perdida para él. 
Así que en toda disyuntiva, en la duda, en la perplejidad y el sufrimiento, dejemos de lado nuestras actividades comunes y dediquemos más tiempo a la oración, en especial el rezo del Rosario, y veremos cómo Dios no nos dejará a la deriva, sino que volcará sobre nuestro corazón un mar de consuelo, y el Espíritu Santo nos iluminará y regalará sus dones para que hagamos una correcta elección y sigamos por el camino del bien y del servicio de Dios y del prójimo. 
Cristo venció con la oración. En los momentos más críticos de la vida, el Señor acudió a la oración y salió vencedor. 
Nosotros, en cambio, cuando más se complican las cosas, tanto más queremos arreglarlas por nosotros mismos, sin acudir a Dios por medio de la oración. Y así el diablo nos mantiene atrapados y no nos sabemos defender del Maligno. 
Recurramos de forma urgente a la oración, porque es por medio de la oración que el Señor nos da sus luces y gracias, para que escapemos de la trampa que, disimuladamente, nos ha tendido el Maligno en el camino. 
Si no rezamos no nos salvaremos, pues como bien ha dicho San Alfonso María de Ligorio: “El que reza se salva, y el que no reza se condena”. Ésta es una gran verdad que no acabamos de aceptar y asimilar. 
Si Jesús y María rezaron tanto, y si los santos pasaban horas y horas en oración, ¿cómo queremos nosotros salir airosos de la prueba de la vida, sin rezar, o rezando tan poco y mal? 
Echemos mano a la oración, en todo tiempo, tanto en la bonanza como en la adversidad, tanto en la luz como en las tinieblas. 
Echemos mano a la oración y estaremos salvados, porque Dios no deja librado a las fuerzas del mal al hijo que ora con perseverancia y en todo tiempo.

martes, 23 de febrero de 2016

Salmos...

1 Dichoso el hombre
   que no sigue el consejo de los malvados,
   ni se detiene en la senda de los pecadores
   ni cultiva la amistad de los blasfemos,

2 sino que en la ley del Señor se deleita,
    y día y noche medita en ella.

3 Es como el árbol
    plantado a la orilla de un río
    que, cuando llega su tiempo, da fruto
    y sus hojas jamás se marchitan.
    ¡Todo cuanto hace prospera!

4 En cambio, los malvados
    son como paja arrastrada por el viento.

5 Por eso no se sostendrán los malvados en el juicio,
    ni los pecadores en la asamblea de los justos.

6 Porque el Señor cuida el camino de los justos,
    mas la senda de los malos lleva a la perdición.
                                                                           
                                                                           (Sal 1)

lunes, 22 de febrero de 2016

Saludos...

Monumento a la Bandera, Rosario, Argentina, mi ciudad...
Felíz inicio de semana para tod@s mis amistades...
Dios los bendiga...
Amén...

domingo, 21 de febrero de 2016

Sacos...

Los dos sacos


los dos sacos Hay una antigua leyenda acerca de tres hombres, cada uno de los cuales cargaba dos sacos sujetos a sus cuellos, uno al frente y el otro a sus espaldas.

Cuando al primero de ellos le preguntaron qué había en sus sacos, respondió:

"Todo cuanto de bueno me han dado mis amigos se halla en el saco de atrás, ahí fuera de la vista, y al poco tiempo olvidado."

El saco de enfrente contiene todas las cosas desagradables que me han acontecido y, en mi andar, me detengo con frecuencia, saco esas cosas y las examino desde todos los ángulos posibles. Me concentro en ellas y las estudio. Y dirijo todos mis sentimientos y pensamientos hacia ellas.

En consecuencia, como el primer hombre siempre se estaba deteniendo para reflexionar sobre las cosas desafortunadas que le habían sucedido en el pasado, lo que lograba avanzar era muy poco.

Cuando al segundo hombre le preguntaron qué era lo que llevaba en sus dos sacos, contestó: "En el saco de enfrente están todas las buenas acciones que he hecho. Las llevo delante de mí y continuamente las saco y las exhibo para que todo mundo las vea. Mientras que el saco que llevo atrás contiene todos mis errores. Los llevo conmigo a dondequiera que vaya. Es mucho lo que pesan y no me permiten avanzar con rapidez, pero por alguna razón, no puedo desprenderme de ellos."

Al preguntarle al tercer hombre sobre sus sacos, dijo: "El saco que llevo al frente está lleno de maravillosos pensamientos acerca de la gente, los actos bondadosos que han realizado y todo cuanto de bueno he tenido en mi vida. Es un saco muy grande y está lleno, pero no pesa mucho. Su peso es como las velas de un barco: lejos de ser una carga, me ayudan a avanzar. Por su parte, el saco que llevo a mis espaldas está vacío, pues le he hecho un gran orificio en el fondo. En ese saco, puse todo lo malo que escuché de los demás así como todo lo malo que a veces pienso acerca de mí mismo. Esas cosas se fueron saliendo por el agujero y se perdieron para siempre, de modo que ya no hay peso que me haga más penoso el trayecto."

De vez en cuando, conforme cada uno de nosotros avanzamos por el sendero de la vida, debemos examinar qué es lo que llevamos cargando. ¿Nos abruma el peso de los pensamientos negativos que tenemos de nosotros mismos, o bien se trata de todo un fardo de temores que nos dicen que no estamos a la altura de cierto estándar artificial; acaso una serie de escudos protectores y armaduras psicológicas que nos impiden relacionarnos con los demás de manera libre y sincera?. ¿Llevamos a cuestas todo el peso de las malas acciones que hemos recibido de parte de amigos y familiares, y que nos han afligido en el pasado?.

¿O bien el peso de todas esas falsas lecciones que nos enseñan a detectar cualidades indeseables en los demás y luego darle la espalda a la persona en cuestión una vez que identificamos una de tales características?.

Cada uno de nosotros nace con la libertad de seleccionar aquellos pensamientos que habrán de dirigir nuestras vidas. Nosotros elegimos la senda que queremos recorrer. Y tenemos la capacidad de elegir lo que hemos de llevar en el trayecto.

Los pensamientos y actitudes negativas nos abruman, hacen que nuestra travesía por la vida resulte más difícil. Todo pensamiento que alojamos en nuestra mente afecta los razonamientos, sentimientos y acciones que manifestamos.

Si alimentamos pensamientos negativos, nuestras acciones van a ser negativas y, a su vez, resultados negativos serán los que obtendremos a cambio.

Sin embargo los pensamientos positivos propician resultados positivos y la vida se vuelve una aventura feliz, motivante, en la que podemos vernos y ver a los demás a la luz de lo que somos en realidad. De pronto nos damos cuenta de que cada uno de nosotros es una expresión maravillosa y misteriosa de la vida.

Según escojas tu pensamientos podrás crearte el cielo o el infierno en la tierra... Pídele ayuda al Señor para que actúes como el tercer hombre de este relato.

viernes, 19 de febrero de 2016

Cuidar...

Cuidar todo.

Así como cuidamos las cosas de nuestros seres amados, por ejemplo si vemos que viene tormenta, ponemos al reparo la plantita que tanto ama nuestra madre. Así también debemos cuidar de todo, porque todo es de Dios. 
¡Y cuánto más debemos cuidarnos los unos a los otros, porque todos somos obras de Dios! Y si amamos mucho a Dios, entonces también deberemos amar sus “cosas” amadas, que son todas las creaturas, pero de manera especial el hombre. 
También debemos cuidar nuestra vida, nuestra salud, y todo lo que Dios nos ha confiado en tutela, pues en realidad no somos dueños absolutos de nada, sino que todo es de Dios y a Él debemos retornarlo después de haberlo cuidado, embellecido y hecho fructificar. 
Seamos buenos con todos. Porque si nos detenemos a mirar a cada uno, lo que hace o dice, entonces se nos hará muy difícil amar. Pero si pensamos que todos los hombres son cosas amadas por Dios, entonces por amor a Dios las cuidaremos y les procuraremos todos los bienes. 
Como dice el Señor en el Evangelio, no es ninguna hazaña ser buenos con quien es bueno con nosotros, con quien nos cae simpático, con quien nos agrada. Lo importante y heroico es ser buenos con todos, especialmente con quienes no nos caen bien, o con aquellos que incluso nos ofenden o al menos no nos tienen en cuenta. 
En el Cielo todo volverá a su orden, y quien no notó lo bueno que hicimos por él en este mundo, deberá reconocerlo en el más allá. Y lo que realmente vale es lo que pasa en el más allá, pues es lo que dura para siempre. 
Recordemos a Jesús, que soportó a Judas durante toda su vida pública, y no lo arrojó, sino que no dejó de hacerle el bien. 
Que Dios nunca nos tenga que decir que hemos dejado de hacerle el bien a alguien por desinterés o porque nos pagaron mal. Recordemos que Dios es remunerador, y sabrá pagarnos con creces lo que hemos hecho por los demás y por todas las creaturas de Dios. 
No juzguemos porque no sabemos lo que pasa por la mente de quien nos molesta. Quizás no tuvo una buena infancia, o sufre por escondidas razones, o actúa así por alguna causa. Que Dios no tenga que decirnos alguna vez que hemos sido duros por no ser buenos con los hermanos, porque en el más allá nos podemos llevar sorpresas y entender muchas cosas que aquí en la tierra no entendemos. 
Hagamos el bien a todos y a ninguno el mal. Cuidemos y tratemos a todos como si del mismo Cristo se tratase. Entonces Dios nos ayudará siempre y tendrá su oído atento para escucharnos, y sus manos repletas de dones para socorrernos a nosotros, a los que amamos y a todos.

miércoles, 17 de febrero de 2016

1er paso...

No demos el primer paso.

No demos el primer paso en el mal, porque si hacemos el mal, si pecamos, aunque sea un “pecadito”, le estamos abriendo la puerta de nuestra vida al Maligno, que así puede comenzar a influir en todo lo nuestro y en quienes amamos. 
No demos ese primer paso en el mal, porque quien desprecia lo pequeño, poco a poco caerá en las cosas grandes y graves. 
¡Cuántos, por no dejar de lado un gusto, o por querer saborear un placer, luego se han precipitado cada vez más en el pecado, y ahora arden para siempre en el Infierno! 
No escuchemos a Satanás que, ante la tentación nos sugiere que condescendamos, que cometamos el pecado, pues luego tenemos tiempo para confesarnos y listo. No escuchemos esta tamaña mentira, pues aunque tuviéramos tiempo y forma de confesarnos luego del pecado, no deja de ser una verdadera locura quien se quitara la vida, para luego ir a curarse si ello fuera posible. Y eso es lo que sucede cuando cometemos un pecado grave o mortal, nos suicidamos en el alma, y luego necesitamos que Dios mismo nos resucite. 
Pero aunque no se trate de un pecado muy grave, tampoco tenemos que cometer ningún pecado por leve que sea, de forma premeditada, porque el pecado venial no mata el alma, pero enfría mucho la devoción y causa enfermedad en el espíritu, de modo que predispone a la gran caída. 
En el fondo uno o dos pecados no son irreparables. Pero si uno se va dejando llevar, el demonio es una bestia insaciable y cada vez quiere más, cada vez exige más, y de pecado en pecado nos iremos precipitando a lo más hondo. 
No hay cosa más peligrosa que el sentirnos seguros de nosotros mismos, porque eso puede ser el indicio de que no estamos apoyándonos en Dios, que es el único que puede vencer a Satanás. Y nosotros venceremos al demonio y las tentaciones, sólo si estamos unidos a Dios, si invocamos su auxilio. 
Por algo es que el Señor nos manda vigilar, puesto que el diablo no duerme y nos conoce muy bien, y sabe de nuestros puntos débiles y flaquezas. No presumamos de nuestras fuerzas porque han caído estrellas del firmamento, y personas tan santas y piadosas que es de no creer el que hayan caído tan miserablemente. 
Y cuanto más avancemos por el camino del bien y de la santidad, tanto más debemos temer al Maligno, que pondrá en juego toda su astucia porque seremos una presa apetitosa para su malvada hambre. 
Si el diablo no perdonó a Jesús ni a María, sino que los tentó con refinadísima astucia, ¿qué pretendemos nosotros, que somos muchísimo menos que Jesús y María, y además de menos dotados espiritualmente que Ellos, somos menos humildes también que Ellos, y por ende más proclives a caer en las trampas del Mal? 
Recordemos que en la vida espiritual no hay nada pequeño, sino que en los detalles y cosas simples debemos ser fieles tanto como en lo grande. 
Y recordemos también que el pecado más fácil de evitar es el primero, porque ante él estamos bien apertrechados y nos podemos defender mejor, ya que los pecados siguientes nos encontrarán debilitados y cada vez más enfermos espiritualmente. 
No juguemos con nuestra salvación y digamos como los santos: “¡Morir antes que pecar!”.

martes, 16 de febrero de 2016

Evangelio del día...

martes 16/FEB/16

Evangelio del día.

Mt 6, 7-15.
Poder de la oración.
Jesús dijo a sus discípulos: Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados. No hagan como ellos, porque el Padre de ustedes que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan. Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, que venga tu reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido. No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal. Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.
Reflexión:
Hoy Jesús nos enseña el Padrenuestro. Y con ello nos invita a la oración, que en este tiempo de cuaresma debe ser más frecuente y profunda. La verdad es que no tenemos idea de lo poderosa que es la oración. En los momentos más sublimes en las vidas de Jesús y de María, ellos se encontraban en oración: La Anunciación, la Natividad, la Transfiguración, la Institución de la Eucaristía, en el Huerto de Getsemaní, en la Cruz, en Pentecostés, siempre la oración. ¿Y nosotros? ¿Queremos ser más fuertes que Jesús y María y valernos por nosotros mismos sin recurrir al gran medio de la oración para pedir ayuda a Dios? Seamos humildes y fervorosos en la oración y recemos mucho, especialmente el Santo Rosario, donde está el Padrenuestro y la oración tan querida a María que es el Avemaría.
Pidamos a la Santísima Virgen la gracia de darnos cuenta que este tiempo, que es de misericordia, debemos emplearlo en rezar lo más que podamos, ya que así estaremos protegidos de todo y recibiremos espléndidas gracias y favores del Cielo.
Jesús, María, os amo, salvad las almas.